“O bien Dios no quiere eliminar el mal o no puede; o puede pero no quiere; o no puede y no quiere; o quiere y puede. Si puede y no quiere es malo, lo cual naturalmente debería de ser extraño a Dios. Si no quiere ni puede, es malo y débil y, por tanto, no es ningún Dios. Si puede y quiere, lo cual sólo es aplicable a Dios, ¿de dónde proviene entonces el mal o por qué no lo elimina?” (Lactancio, De ira Dei 13,20-21)
La novedad del planteamiento es que ni busca el origen del mal, ni busca conciliar el mal con los dioses. Es más, él piensa, contradiciendo al pensamiento religioso del momento, que los dioses son indiferentes en cuanto al mal. Se olvidan de este tema y permiten que el mal exista.
Este dilema ha resurgido constantemente en la historia de las teodiceas terminando por prevalecer al no encontrar éstas una solución al problema. No ha habido forma de conjugar en una misma explicación racional que exista un Dios bondadoso y que al mismo tiempo exista mal en el mundo.