Las paradojas de Zenón de Elea  

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,Zenón de EleaZenón de Elea (Ζήνων ο Ελεάτης) (490-430 a.C) fue discípulo de Parménides y tuvo como peculiaridad el defender los pensamientos de su maestro mediante un método poco frecuente, el de hacer ver que lo contrario de los postulados de Parménides era un absurdo. Si nos mantenemos en el contexto de la lógica creada posteriormente por Aristóteles cabría suponer que ello sería suficiente, puesto que una de las premisas fundamentales de la lógica aristotélica es que si no es una cosa lo es su contraria. Curiosamente el propio Aristóteles fue muy crítico con las paradojas de Zenón y se encargó de refutarlas. Eso sí, con más fortuna en unas ocasiones que en otras.
El mérito del pensamiento de Zenón se extiende hasta nuestros días. Multitud de filósofos se han enfrentado con sus paradojas, lo que pone de relieve su valía. Al mismo tiempo podría decirse que anticipa la necesidad de solventar los cimientos del pensamiento para evitar el llamado “horror vacui”.
Para Zenón el concepto de pluralidad resulta contradictorio en su misma esencia. Alegaba que es así por dos motivos:
1- Porque implicaría la existencia de un conjunto de unidades indivisibles.
2- Porque implica que la realidad es divisible.
Ambas suposiciones resultaban inasumibles para Zenón y, mediante sus paradojas, ilustró su demostración.
También usó el argumento de que las cosas que integran una pluralidad tendrían que ser, necesariamente, infinitamente grandes o infinitamente pequeñas. Caso de que fuesen infinitamente grandes: Como todas las cosas tienen espesor y magnitud cada una de sus partes tiene que estar separada de las otras partes. Necesariamente una de ellas tiene que ser la superficie externa que limita la cosa y estar situada sobre otra parte que será una parte interna. Caso de que hablásemos de una superficie geométrica (es decir, sin espesor) no se puede integrar un cuerpo sólido, con lo que el objeto no tiene superficie de limitación. En el caso contrario, que tenga espesor, tiene que haber una parte externa y una interna . Progresión de cara externa y cara interna que se podría llevar hasta infinito, lo que resultaría absurdo. Si estimamos que las partes de las cosas no tienen magnitud, también llegamos a una conclusión absurda ya que un número infinito de partes sin magnitud no puede dar como resultado algo con magnitud.
Sus conocidas paradojas son las siguientes:
1- La dicotomía
El movimiento resulta imposible porque un móvil entre dos puntos necesitará realizar la mitad de la distancia antes de llegar al fin, después la mitad de la distancia y así hasta el infinito Es por esto que para realizar cualquier distancia necesitaría cubrir un número infinito de puntos, lo que es imposible.
2- La paradoja de Aquiles y la tortuga. Aquiles nunca podría alcanzar a la tortuga si a ésta le otorga alguna clase de ventaja. Para poder hacerlo necesita llegar al punto del que la tortuga ha salido, pero en ese tiempo ella habrá avanzado más. Así sucesivamente. Por eso Aquiles tendría que recorren un número infinito de puntos para poder alcanzar a la tortuga.
3- La flecha voladora: Hay que hacer notar que esta paradoja nos ha llegado a través de Aristóteles y, además, es probable que se su contenido sea incompleto y/o esté deformado. El enunciado por el que la conocemos es el siguiente:.Pese a que la flecha da la impresión de estar volando, lo que verdaderamente pasa, es que se encuentra parada porque todo lo que ocupa un espacio igual a sí mismo tiene que estar en reposo en ese espacio. En consecuencia estará inmóvil en cada instante de su vuelo.
4-El estadio. Zenón utiliza la siguiente figura como ilustración:


         A A A A
   B B B B →
            <-C C C C

Todos los A permanecen inmóviles. Todos los B y C se mueven en direcciones opuestas y a la misma velocidad hasta que, finalmente, las tres filas coinciden. Dando lugar a esta figura:

A A A A
B B B B
C C C C

Para Zenón los cuerpos que se mueven con igual velocidad tienen que emplear el mismo tiempo en sobrepasar a un número igual de objetos del mismo tamaño. Teniendo en cuenta que A B y C son iguales , entonces 4 A = 2 A. Con lo que la mitad del tiempo dado es igual al doble del mismo,.
Aristóteles observa que hay un error al considerar de igual manera los cuerpos que se encuentran en movimiento que los que se encuentran en reposo. Un error tan evidente ha hecho sospechar a los historiadores de que esta paradoja haya llegado tal como la debió de haber formulado Zenón.
Mientras que las dos primeras paradojas se basan en que las unidades de espacio no pueden ser reducidas a unidades mímimas, la de la flecha se cimenta en que es el tiempo el que no puede ser reducido a unidades mínimas. Así mismo Zenón, arremete también contra el espacio diciendo que todo lo que está en un lugar, está en otro lugar, y así sucesivamente. Cosa que es imposible.
Igualmente revoca la existencia del sonido cuando menciona el grano de mijo. Una cosa puede producir sonido o no producirlo. Zenón preguntaba: ¿Produce sonido un gramo de mijo al caer? Y de nuevo inquiría: ¿y medio?. De esta forma hasta que al final no se produce sonido, luego no existe algo semejante al sonido. Y así confirma a la exhortación de Parménides de que no confiemos en los sentidos.
Curiosamente existen un par de paradojas chinas que guardan mucha similitud con las que Zenón formuló pese a que, según parece, no existe conexión entre ambas. Datan del 320 a.C:


Si un palo de un pie de largo se parte por la mitad cada día , seguirá quedando aún algo de él después de 10.000 generaciones .
Hay momentos en que una flecha voladora no está en movimiento ni en reposo.

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Las dimensiones del problema del mal  

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La muerte en el Séptimo Sello

En cuanto a la historia de la filosofía desarrollada en occidente el problema del mal puede verse desde tres facetas distintas.
El mal físico: Hace referencia al sufrimiento en general respecto a lo que tiene de contingente en la vida humana. Puede verse tanto en lo que nos produce dolor físico como en cualquier cosa que haga referencia a ello. Por ejemplo, envejecer también puede ser una señal del deterioro de la salud.
El mal metafísico: Generalmente es usado para referirse tanto a lo imperfecto (en cuanto a desorganizado) de lo que existe, como a lo limitado de la existencia humana. En cuanto a esto último su representación principal sería la muerte ya que supone la constatación del límite de la existencia humana. Y en cuanto a lo imperfecto de lo que existe aparecen tanto las explicaciones filosóficas y religiosas como las utopías. Éstas últimas se postulan como opuestos a lo desorganizado de la existencia y a la búsqueda de un mundo mejor que sería el ideal.
El mal moral: Se refiere exclusivamente al sentido de la cualidad humana de la maldad. Desde aquí se pueden buscar explicaciones que busquen explicar el por qué existe esta característica y que, al mismo tiempo, puedan hacer comprender en qué consiste y cuáles son sus desarrollos.

Nota: La imagen corresponde a la representación de la muerte en la película "El Séptimo Sello" de Ingmar Bergman.

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Αναξιμένης nació en Mileto, el 585 a. C. y murió en el 524 a. C. Hijo de Eurístrato, se supone que comenzó a estar en activo en torno a la mitad del s.VI a.C., aunque su carácter impetuoso le impidió terminar de conformar un sistema detallado y coherente. Era un poco más joven que Anaximandro, del que se le considera amigo, discípulo y sucesor. Fijándonos en las menciones de Diógenes Laercio (además le atribuye un libro llamado “Sobre la naturaleza”) hay que suponer que sus obras sobrevivieron hasta un período avanzado de la época helenística.
A diferencia de Anaximandro, que se mantuvo en el monismo estricto (“todas las cosas proceden de una y se disuelven en la misma”), para Anaxímenes, lo ilimitado, una vez adquiridos los límites, dejaba de ser lo ilimitado, sino aire que podía ser más denso o más ligero, caliente o frío, sin dejar de ser la misma sustancia. Este aire (aer), que es un arché ilimitado y de él reciben su ser todas las cosas, es sin duda un precedente de la posterior distinción clave entre sustancia y cualidad. Precisamente lo innovador de Anaximadro respecto de sus predecesores es este proceso de cambio. Con la rarefacción (generadora de fuego) y la condensación (generadora de viento, nubes, agua, tierra y piedras) del aire que, además, siempre estaba en movimiento, esperaba solucionar el problema de la oscuridad de las explicaciones de Anaximandro para comprender los procesos de transición entre las cosas y mantener, al mismo tiempo, un principio monista. Mediante la condensación del aire se originan las nubes; si estas nubes llegan a condensarse se forma el agua; cuando el agua se condensa forma hielo de la tierra, y la condensación de la tierra origina la constitución de piedras y minerales. En la rarefacción el proceso discurre en el siguiente orden: piedra, tierra, agua, nubes, aire y fuego.
Sin explicar el cómo nos dice que la Tierra fue la primera parte del cosmos que se originó (Strom III, A, 6) y que fue originada por compresión del aire. Después de formada la Tierra, los cuerpos celestes se originan de ella y, a pesar de que los que son visibles son de sustancia ígnea, son todos de origen terrestre. Al no existir los tubos de niebla de Anaximadro, Anaxímenes debió de buscar otra explicación a los eclipses. Muchos especialistas modernos señalan este motivo como el origen de los cuerpos terrestres invisibles en los cielos.
Anaximandro ya había considerado que los objetos celestes realizaban rotaciones completas, pasando tanto por arriba como por debajo de la tierra suspendida. También resucitó la idea de que giran exclusivamente en derredor, y no por debajo. En lo que Anaxímenes aventajó a Anaximandro fue en que superó la doctrina de que las estrellas estaban más cerca de la Tierra de lo que lo estaba el sol. Según el testimonio de Hipólito (A 7), Anaxímenes dijo: “las estrellas no dan calor debido a su gran distancia.”
En los fenómenos meteorológicos parece haber seguido a Anaximandro. El aire, en rápido movimiento, está ya ligeramente condensado; la condensación siguiente origina las nubes, la lluvia, la nieve y el granizo. El trueno y el relámpago eran para él exactamente igual que para Anaximandro, el efecto de una nube que se partía por la fuerza del viento y, según parece, pensaba que la fosforescencia en el mar proporcionaba un cierto paralelo con el relámpago (Hipólito A7; Aecio, A 17). También habló del arco iris considerándolo como el efecto de los rayos del sol sobre el aire densamente opaco, que aparecía con distintos colores según predominase el calor del sol o la humedad de la nube (A 18).

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El argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury  

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San Anselmo fue un monje nacido en Aosta en el 1033, que llegó a ser prior de la abadía de Bec (Normandía) desde el año 1063 hasta su muerte en el 1093. En este contexto hay que tener en cuenta que la filosofía se reducía a la dialéctica de Aristóteles. No existía una antropología, una moral o una metafísica distinta. Sin embargo San Anselmo decidió afrontar un proyecto al que aristotélico Santo Tomás renunció. El de demostrar a la Trinidad y la Encarnación, aunque San Anselmo afirma que, en último término, no es posible su conocimiento.
A causa de que los monjes de la abadía de Bec se sienten necesitados también de una justificación de la existencia y de la esencia de Dios desde un plano exclusivamente racional, encargan a Anselmo de Canterbury un libro (que finalmente llevaría el nombre de Monologuium) en el que las mencionadas inquietudes sobre Dios queden resueltas exclusivamente por el camino de la razón y no haya que recurrir en ninguna medida a la Biblia. Posteriormente, San Anselmo, escribiría el “De Veritate” para responder a las objeciones que el monje Gaunilón le planteó sobre los argumentos expuestos en el Monologuium, centrándose en que el que algo existiese en el pensamiento no implicaba necesariamente que existiese en la realidad. Sin embargo, San Anselmo, se mantiene firme afirmando que el paso del pensamiento a la existencia sólo es posible en el caso de Dios y en que las personas tienen de dos fuentes de conocimiento, la fe y la razón.
El argumento ontológico, que tiene una clara influencia de las relaciones de vasallaje típicas del sistema feudal de la Edad Media, supone una invención fecundísima para el mundo de la filosofía porque, entre otras cosas, se refiere a la idea de perfección que siempre ha sido inherente a los pensamientos del ser humano. Prueba de ello es que desde su formulación ha sido y sigue siendo tratado por muchos de los filósofos más destacados. Bien sea para criticarlo, o para ayudarse de él. Así pues se podría decir que, en cierto sentido, San Anselmo, de manera similar a la formulación de la teoría de las ideas de Platón, toca uno de los puntos esenciales de la historia del pensamiento filosófico y teológico.
La estructura de la versión completa del argumento ontológico sería la siguiente.
Para probar a Dios presupone dos principios que son expresados en el Monologuium:
1-Las cosas son desiguales en perfección.
2-Todo lo que posee una perfección en mayor o menor grado lo hace porque participa de esa perfección (Éste es considerado un único principio que es visto de forma absoluta.)
Desde aquí tenemos:
a) la argumentación sobre la perfección contrastada:
a1-Ya que todo lo bueno lo es porque participa de la idea de lo bueno, entonces no puede ser más que un gran bien. Todo lo demás es bueno por él y sólo él es bueno en sí mismo.
a2-Otro camino sería que nada de lo que es bueno por otro es superior a ese bien.
En consecuencia existe un ser superior a todo lo que existe a lo que llamamos Dios.
b) La argumentación sobre la perfección que poseen en común:
Todo lo que es deriva de una causa, lo que resta saber es si ésta tiene una causa o deriva de más. Si el universo tiene varias causas, o bien se reducen a una sola, o bien existen por sí, o bien producen unas a otras. Si se reducen a una, ésta será la causa del universo. Si existen por sí, es que, al menos, poseen en común esta facultad de existir por sí y, entonces, pueden subordinarse a esta primera causa. Otra hipótesis es que se producen recíprocamente, pero es contrario a la razón que una causa exista en virtud de otra a la que ella da el ser. Así pues queda una sola hipótesis, la de que existe una sola causa que es motivo de todo y ésta es Dios.
c) La argumentación sobre los grados de perfección que poseen las cosas.
Todos los seres del universo son más o menos perfectos. Entonces hay que afirmar que hay una infinidad de seres y que nunca se encontrará otro más perfecto. Como no tiene sentido que exista una infinidad debe de haber una naturaleza que sea superior a las otras sin ser inferior a ninguna. Queda la posibilidad de que haya varias naturalezas supremas situadas en la cumbre de la jerarquía. Caso de ser así serían iguales porque tienen algo en común. Si lo que tienen en común es su esencia, no son en realidad más que la misma naturaleza. Si lo que tienen en común es algo distinto a su esencia, entonces existe una naturaleza superior a las demás que, es a su vez, más perfecta que todas.
Una formulación más simple, que sería un compendio de las anteriores, sería la siguiente:
1-Toda persona tiene la idea de un ser superior tal que no existe ningún otro ser superior a él que pueda ser pensado.
2-Lo que existe en la realidad es mayor que lo que existe en el pensamiento, ya que la existencia supone de por sí una perfección mayor que la simple concepción mental.
3-Sería contradictorio que un ser perfecto existiese únicamente en el pensamiento.
4-En consecuencia, el ser existe y debe de ser Dios.

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Vladimir Illich Lenin
Una de las peculiaridades de la doctrina de Karl Marx es la de tener una clara orientación práctica. Él mismo decía: “Hasta este momento los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo: ahora, sin embargo se trata de cambiarlo.”
Pero el socialismo no comenzó estrictamente con Marx. Podemos encontrar precedentes en algunos de los postulados vinculados a la revolución francesa por medio de François Babeuf en los que perseguía la supresión de la propiedad privada y que su disfrute fuese ejercido por la comunidad, al tiempo que buscaba la abolición de las diferencias existentes entre los ricos y los pobres. Con posterioridad a Babeuf, fue Charles Fourier el que profundizó en estas ideas para buscar una mayor sistematización, uniendo a la crítica económica la crítica moral de distintas posturas ideológicas (conservadurismo, nihilismo,….) que sustentaban posturas que generaban sufrimiento en las personas.
Otro precedente fue Proudhon que, anarquista él, focalizó su atención en la organización jerárquica de la autoridad como principal causa de los males que son achaque de la sociedad, pensando que “las limitaciones a las funciones del estado son cosa de vida o muerte para la libertad tanto colectiva como individual.”. Su objetivo es que los obreros dejen de trabajar para un único patrón que se beneficie y, en su lugar, lo hagan para ellos mismos. El mismo Proudhon ya advirtió (como bien se encargó de recordar Bakunin en la carta de 1868) que lo peor que le podía pasar al socialismo es que se uniese al absolutismo para que “la lucha del pueblo por la libertad económica y el bienestar material a través de la dictadura y la concentración de todos los poderes políticos y sociales en el Estado.” Así pues aquí ya se preveía la susceptibilidad a que el socialismo degenerase en un fascismo como realmente sucedió en la extinta Unión Soviética y, especialmente, bajo el régimen de Stalin.
Aunque Marx entendía el socialismo como un movimiento humanista que trascendía lo puramente económico y político no pudo prever las nefastas consecuencias que podía tener un cambio inmediato de un régimen capitalista a uno socialista. Es aquí donde el personaje de Lenin resulto clave porque Lenin agravó este proceso al contemplar que las masas deben de ser guiadas por unos líderes verdaderamente socialistas pero sin que el grueso dela población se viese verdaderamente imbuida en el socialismo. La creencia de Marx de que la socialización de los medios de producción resultaría suficiente para perpetrar el cambio resultó así amplificada por la poca fe de Lenin en las posibilidades humanas de la población, hasta el punto de originar una situación en la que el cambio sólo se dio como sistema político, y no en lo humano de sus miembros.
Como consecuencia de este giro el marxismo, que originalmente había sido concebido por el propio Marx como una doctrina humanista, acabó derivando en lo que Proudhon atisbaba. Una dictadura fascista, en este caso el stalinismo, a manos de una burocracia que aparentaba representar los intereses populares. El matiz humanista quedó marginado para centrarse en lo económico, entendiendo que lo que habría de ser el socialismo debería de tener como eje la división de los bienes materiales y no la orientación y el uso que se les debería dar a ellos.

Nota: La persona que aparece en la imagen es Lenin.

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Todo es producto de los contrarios y, por ello, está sujeto a una tensión interna. Esto era así porque la “harmonía” supone una serie de movimientos contrarios e invisibles que terminan neutralizados en un equilibrio: “La harmonía invisible es más valiosa, o superior, que la visible.”, (fr.54). En este sentido “harmónico” Heráclito consideraba que la lira y el arco simbolizaban la totalidad del cosmos. En cambio Aristóteles, el padre de la lógica, opinaba que Heráclito incumplía el principio de no contradicción.
Heráclito también asume la existencia de una identidad de los contrarios. Hesíodo, que consideraba al día como hijo de la noche, fue replicado por Heráclito: “Hesíodo es maestro de muchos hombres. Están seguros ellos de que conocía la mayoría de las cosas, un hombre que no reconocía ni el día ni la noche, puesto que son una sola cosa.” (fr. 57). De esta manera arriba y abajo son contrarios pero “El camino hacia arriba y hacia abajo son uno y el mismo.” (fr. 60). E igualmente “Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, saciedad y hambre.” (fr.67) Así se puede concluir que no sólo los extremos de un único género deben identificarse mutuamente, sino que el conjunto en su totalidad de los fenómenos aparentemente dispares evidencia una unidad esencial.
Esta identidad de los contrarios incluye para Heráclito una serie de relaciones:
-Sucesión y cambio recíprocos: “Las cosas frías se calientan, lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo seco se humedece.” (fr. 126). “La misma cosa es en vosotros estar vivo o muerto, y la vigilia y el sueño, y ser joven y viejo, porque estas cosas, cuando han cambiado, son aquéllas y aquéllas, cuando han cambiado, son éstas.” (fr. 88)
-Relatividad respecto a quien lo experimenta. “El mar es el agua más pura y más contaminada, potable y saludable para los peces, no potable y mortífera para los hombres.” (fr. 61)
-En los valores, los contrarios se pueden ver exclusivamente en relación a sus propios contrarios. Es decir, no hay bueno sin malo (por ejemplo). “Es la enfermedad la que hace agradable y buen a la salud, el hambre a la saciedad, la fatiga al reposo.” (fr. 111)
-Los contrarios únicamente son aspectos diferentes de la misma cosa.
La guerra (lucha, tensión) resulta pues consecuencia inevitable de lo dicho anteriormente. “La Guerra es padre y rey de todo, y a unas cosas las muestra como dioses, a otras como hombres, a unas las hace esclavas, a otras libres.” (fr. 53). Resulta conveniente puntualizar que al llamar a la guerra “padre y rey de todo” Heráclito alude a los títulos homéricos aplicados a Zeus, sugiriendo de esta manera que el dios supremo no es Zeus, sino la guerra. “Hay que saber que la guerra es común y la justicia discordia, y que todas las cosas sucede según discordia y necesidad.” (fr.80).
La guerra es común, aunque también alude veladamente a Homero en su verso: “El que ha matado deberá morir también.”, porque el Logos es una ley de discordia y lucha de tensiones. El descanso significaría el desmoronamiento del Kósmos. Así pues Heráclito se rebelaba contra el ideal de un mundo pacífico y armonioso como el que postulaba Pitágoras. Para Pitágoras el estado mejor era aquel en el que las cualidades contrarias se habían mezclado.

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Resulta fundamental comprender el carácter misántropo de Heráclito para entenderlo como filósofo. Su aislamiento físico significó también una importante desvinculación de la influencia de otros filósofos contemporáneos así como de los que le precedieron. Aunque conocía las principales doctrinas de la época, la de las escuelas de Jonia y de Italia, decidió no seguir a ninguna de ellas. Él mismo decía que su método se basaba en la autoinvestigación (“me he investigado a mí mismo.”,fr. 101) y es por esto que también sentía admiración por la sentencia del oráculo de Delfos, “Conócete a ti mismo”.
Se podría decir que Heráclito no dejó títere con cabeza entre sus contemporáneos al arremeter contra todos en mayor o menor medida. A Pitágoras lo llamó “iniciador de fraudes” en el fragmento 81. Sobre Homero dijo “que merecía ser expulsado de los concursos y apaleado, y Arquíloco lo mismo.”, (fr.42). En el fragmento 40 dice que “La mucha erudición (polymathíë) no enseña inteligencia [o comprensión]. De ser así se la hubiera enseñado a Hesíodo y Pitágoras y, a su vez, a Jenófanes y Hecateo”, algo que viene a representar el contraste que se daba en la época entre erudición y conocimiento. De forma similar a lo anterior se expresó sobre el resto de poetas y filósofos.
Se le conoce por “el oscuro”, algo que ya mencionaba Aristóteles, debido a lo paradójico de sus pensamientos y al hecho de estar expresados en aforismos aislados entre sí. Refiriéndose a esta equivocidad de Heráclito, Plotino decía: “Él parece hablar por medio de símiles, sin preocuparse de clarificar su significado, quizá porque, en su opinión, debemos buscar en nosotros mismos como él había buscado con completo éxito.”. Aunque el estilo expresivo de Heráclito tiene su origen en su propia personalidad, posiblemente él mismo lo reforzó de forma consciente al comprobar que los demás, aquéllos a los que despreciaba, no lo podían entender con claridad. Sin embargo Heráclito tenía la convicción de que la naturaleza era comprensible (al menos para unos pocos) y de que su significado se hallaba en el Logos (“Tú no llegarías a descubrir los límites del alma, aunque recorrieras todos los caminos: tan profundo es el logos que posee.”, fr. 45). Para Heráclito el logos era algo en lo que estaba expresado la verdad eterna y que se puede representar por palabras, pero que es independiente a ellas. Heráclito tenía el convencimiento de haber llegado a algún tipo de verdad absoluta, lo que derivó en su tono profético a la hora de expresarse. Esta vinculación religiosa no se quedaba simplemente en el tono. Unido al desprecio por los demás, Heráclito alababa lo vinculado a lo divino. Es por esto que en el fr.78 dice: ““La naturaleza humana no cuenta con pensamientos inteligentes, pero la naturaleza divina sí”, o en el fr. 83: “Comparado con Dios, el más sabio de los hombres parecerá un mono, en sabiduría, belleza y en todo lo demás.”.
Si los hombres distinguen entre lo bueno y lo malo, Dios contempla todo por igual: “Para Dios todas las cosas son bellas, buenas y justas, pero los hombres han supuesto que unas son injustas y otras justas.”, (fr. 102). En última instancia no existe pues diferencia entre las graduaciones humanas. “La misma cosa es en nosotros estar vivo o muerto, la vigilia y el sueño, y ser joven y viejo, porque estas cosas, cuando han cambiado, son aquéllas, y aquéllas, cuando han cambiado son éstas”, (fr. 88). Por esto: “Deberían arrojarse los cadáveres antes que el estiércol.”, (fr. 96); además de que “Lo que vemos cuando estamos despiertos es muerte, lo que vemos dormidos es sueño.”, (fr. 21).
En este tono religioso será el fuego el que se manifieste como agente resolutor. “El fuego vendrá, juzgará, y condenará todas las cosas”, (fr. 66). Porque ” A los hombres que mueren les aguardan cosas que no esperan ni se imaginan”, (fr. 27) Sin embargo la ley de cambio sin fin hace que la muerte no sea la desaparición total : “La muerte para las almas consiste en convertirse en agua” Y con una evidente influencia de del orfismo describe el proceso: “…pero de la tierra se origina el agua, y del agua el alma.”

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(535 a. C. - 484 a. C. aprox.) Heráclito, según Apolodoro, tenía 40 años en torno al 500 a.C. Kirk, un investigador contemporáneo, estima que su actividad filosófica debió de terminar en torno al 480, cuando contaba unos sesenta años. Esto cuadraría con que su obra fuese ya conocida por Parménides (unos 25 años más joven que él).
Con excepción de su pertenencia al clan de Éfeso no conocemos más datos sobre su vida. Existe la posibilidad de que fuese cierta la suposición de que se tratase de un aristócrata con derechos de realeza y que se los cediese a su hermano por arrogancia. Esto concordaría con el hecho de que despreciase los privilegios que le pudiese otorgar el pueblo ya que sentía un profundo desprecio por él.
Observado el fragmento 101, “Me he investigado a mí mismo.”, y su peculiar carácter solitario comprenderemos lo complicado de vincularlo a otros autores que lo hayan precedido, aunque se sabe con casi total seguridad que el poema de Parménides contiene una alusión directa a Heráclito. De su obra sólo se conservan algunos fragmentos, lo que unido a su estilo “oscuro” dificulta la interpretación, al tiempo que la hace susceptible de distintas posibles lecturas. Esto queda corroborado por la gran cantidad de comentaristas que han tratado a Heráclito a lo largo de la historia sin llegar a un mínimo común asentimiento. Existe también una extendida polémica sobre las posibles adicciones que otros autores han podido hacer sobre los textos originales de Heráclito. En cuanto a esto circula la creencia de que algunos autores estoicos asimilaron y remodelaron las ideas obtenidas de Heráclito.
En cuanto a las fuentes de los textos de Heráclito las principales proceden de Hipólito, que reproduce bastantes textos auténticos. También en el Epítome de Teofrasto hay algunos, sólo que éstos son de segunda o tercera mano, además de filtrados por escritores estoicos. Con todo esto ni siquiera hay unanimidad sobre si Heráclito escribió un libro o no. Se alude a éste desde Aristóteles en adelante pero la suposición general es que no se trata más que de una colección de sentencias. En este punto es necesario considerar que las exposiciones de Heráclito eran orales.

Nota: En la imagen se retrata a Heráclito en un fragmento del "La escuela de Atenas", el cuadro de Rafael.

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Santo Tomás de Aquino: Las cinco vías tomistas.  

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Santo Tomás de Aquino

"La existencia de Dios puede ser probada de cinco maneras distintas.
1) La primera y más clara es la que se deduce del movimiento. Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho nada se mueve a no ser que, en cuanto potencia, esté orientado a aquello por lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: El fuego, en acto caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto. De este modo la mueve y cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo puede ser respecto a algo distinto.Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve, necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo: un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios.
2) La segunda es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es algo absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios.
3) La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, que pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios.
4) La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son seres máximos, como se dice en II Metaphys. Como quiera que en cualquier género, lo máximo se convierte en causa de lo que pertenece a tal género -así el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro-, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios.
5) La quinta se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Pues vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios."

Santo Tomás de Aquino, "Suma Teológica" (I, q. 2, art. 3)

Nota: La pintura es el "Santo Tomás de Aquino" de Carlo Crivelli.

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El mal en Sócrates y Jantipa  

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Escultura de Sócrates

Algo que ha hecho destacar especialmente a Sócrates es el haber llevado hasta las últimas consecuencias sus pensamientos. Es verdad que en la antigüedad la filosofía era, no sólo una forma de pensar, sino también una forma de entender la vida. Pero no todos los filósofos estaban dispuestos a llevar sus predicamentos hasta el final. Mientras que Sócrates encontró un buen número de razones para no escapar de una condena a muerte a todas luces injusta, Aristóteles no dudó en hacer lo contrario en similares circunstancias para, según sus propias palabras y en alusión al crimen contra Sócrates, “evitar que se cometiese un segundo crimen contra la filosofía”.
Ex nihilo nihil fit (nada surge de nada), dice el lema clásico. Y es que esta implicación entre pensar y actuar resulta también relevante para comprender la importancia de la relación directa entre la vida de Sócrates y su pensamiento. Aristóteles nos cuenta en Académica (I,4,15) lo siguiente: “Yo creo que Sócrates – en realidad esto está universalmente admitido- fue el primero que apartó la filosofía de cuestiones que la misma naturaleza había envuelto en la oscuridad, de las que se habían ocupado todos los filósofos anteriores a él, y la aplicó a la vida ordinaria, orientando sus investigaciones a las virtudes y los vicios, y en general al bien y al mal.” Pese a que Sócrates comenzó sus indagaciones de la misma manera que el resto de los filósofos que le había precedido, buscando conocer lo que le rodeaba, no tardó demasiado en comprobar que su insatisfacción en este tema fundamentalmente delataba otras inquietudes. Se podría decir que si el resto de los filósofos buscaban saber cómo era el mundo en que vivían, a Sócrates le preocupaba más saber por qué era el mundo como era y qué papel teníamos nosotros dentro de él. Una pregunta con puntos en común con la del resto de sus predecesores pero que apuntaba en otra dirección.
Esta preocupación por la ética y la integridad con la que vivió su vida ha hecho que la sombra de Sócrates creciese enormemente pero, al mismo tiempo, ha entorpecido su otra cara oculta. En esta cara oculta se podría decir que si Sócrates llegó a ser el iniciador de la ética fue porque tuvo una clara visión de lo que era el mal (especialmente el mal moral). Sócrates mismo confirmó que su comportamiento era fruto de un esfuerzo titánico por no volver a acercarse a lo que podríamos llamar, el horror. Aunque gozaba de un carácter casi infinitamente paciente, lo cierto es que en las raras ocasiones en que llegaba a tener alguna clase de exabrupto lo hacía de una forma feroz y dejando ver mucha rabia contenida.
Jantipa, su mujer, era muy popular por su terrible carácter. Mucha de la gente que frecuentaba a Sócrates estaba muy sorprendida de que pudiese soportar a la que parecía mujer más insoportable de toda Atenas. Aunque Sócrates respondía esquivamente dando razones secundarias (que Jantipa le daba hijos, que si llegaba a soportarla podría aguantar con el carácter de cualquier otra persona, etc…) puede suponerse que la inmensa rabia y mal carácter que constantemente mostraba Jantipa no era tan distinta de la que Sócrates reprimía tras su gran paciencia. Si de Sócrates hay motivos para presumir un pasado en el que fue esclavo, del comportamiento neurótico de Jantipa podría esperarse un pasado con penalidades no tan distintas. Quizás aquí podría verse uno de los verdaderos nexos que unían a Sócrates con Jantipa.
Aunque la rabia de Sócrates estaba casi siempre reprimida o disimulada hay varias pistas que nos muestran que detrás de una persona de elevada talla moral como esta se ocultaba otro rostro menos amable.
Zópiro era un contemporáneo de Sócrates que se jactaba de adivinar el carácter de las personas al observar sus rostros. Él decía ver en Sócrates rasgos que delataban una naturaleza viciosa e inclinada a la lujuria. Las personas que se encontraban con Sócrates y oyeron pronunciar estas palabras a Zópiro rieron profusamente sabedores de que Sócrates había demostrado con creces ser una de las personas más ejemplares que se podían encontrar en la Atenas de aquel momento. Sin embargo fue el propio Sócrates el que salió en defensa de lo que atestiguaba Zópiro para darle la razón, al tiempo que también se excusaba diciendo que todos los placeres eran buenos y que él los había conquistado por la razón. La situación parece haber sido la siguiente: “A un hombre que pasaba por experto fisonomista le mostraron una imagen de Sócrates y dijo: Este hombre está dominado por deseos depravados. La gente se rió de él diciendo: -Éste es Sócrates, el más moderado de todos. Pero Sócrates se interpuso con estas palabras: ¡Un momento! El hombre no miente. Yo soy por naturaleza como dice, pero me domino a mí mismo y controlo mis deseos.”
La anécdota de Zópiro no es la única sobre este tema. Juan Casiano cuenta como un fisonomista dijo sobre Sócrates que tenía “los ojos de un pederasta”. Pese a que sus seguidores quisieron defender el honor de Sócrates vengando la afrenta, de nuevo el mismo Sócrates se interpuso y dijo: “Tranquilizaos, amigos míos, pues efectivamente soy así, aunque intento atemperarme.”
Así pues resulta cada vez más evidente que detrás del poco cuestionable comportamiento del hombre que pensaba que es peor hacer sufrir una injusticia que padecerla se encontraba todo lo contrario de lo que buscaba. Una inmensa rabia reprimida que fue unos de los detonantes para necesitar el tan ansiado e innovador referente moral.

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