El carácter místico y descriptivo de buena parte de la obra de Plotino, unido a que no simpatizaba demasiado con la lógica, hace que a veces su trabajo pueda parecer algo inconexo. Él mismo dejó a Porfirio, su discípulo, la clasificación de los tratados que componen las “Enéadas”. Usando algunos fragmentos podemos intentar trazar una sencilla descripción de lo que es esta concepción neoplatónica del mundo de las formas.
Contrariamente a los gnósticos Plotino pensaba que el mundo espiritual está en nosotros mismos. Este mundo de las Formas es el mundo sensible que después de quedar liberado de sus condiciones materiales muestra únicamente la Belleza: “Y he aquí la prueba: mientras la forma está en el exterior, todavía no la vemos. Es cuando llega al interior que ejerce una influencia sobre nosotros. Pues sólo como forma puede metérsenos a través de los ojos.” (V,8,2,9-26).
Si hay que buscar un motivo para las Formas llegaremos a que no necesitan explicación ni fin. Para sí son sus propias razones ya que están vivas: “Si analizamos en sí misma cada Forma considerada en sí misma, encontraremos en el interior de esta forma su porqué.” (VI, 7,2, 18) Ellas constituyen un reflejo: “Esta bella ordenación del Mundo pertenece al orden del Espíritu: se realiza sin reflexión racional, pero también de tal manera que, si alguien pudiera servirse con perfección de la reflexión racional, se quedaría asombrado al ver que todo ha sido dispuesto de tal manera que esta reflexión no habría podido encontrar otro modo de hacerlo.” (III, 2,14,1)
Las Formas se forman contemplándose y se contemplan al posar, con lo que son modelo y resultado en sí mismas. La naturaleza, como principio de la vida, ya es en sí la contemplación “[…] me conviene que mi naturaleza esté enamorada de la contemplación. Y aquello que en mí contempla es lo que produce lo que yo contemplo, del mismo modo que los geómetras dibujan contemplando. Pero en mi caso, no dibujo, sólo contemplo, y las líneas de los cuerpos se realizan como si salieran de mí.” (III, 8,4,1) Así, por medio de la contemplación, se alcanza de manera instantánea la visión de la Belleza del mundo de las Formas. Pero hay un momento en que: “Cuando su poder para contemplar se debilita, los hombres se dedican a producir la acción que es una sombra de la contemplación y la razón. Puesto que, a causa de la debilidad de sus almas, no les basta con la contemplación y, a causa de esto, se muestran insatisfechos; entonces, puesto que pese a todo desean ver ese objeto, se decantan por la acción con el fin de ver, por medio de los ojos, lo que ya no pueden ver por medio del espíritu.” (III, 8,4,31). La Vida resulta ser entonces la contemplación del yo, porque para unirse al Pensamiento divino el alma debe de dejar contemplar las Formas como una realidad exterior.
El mundo de las formas viene animado por una Vida única, que es un movimiento continuo que engendra las diferentes Formas. Desde cada clase (animal, planta, etc...) las formas se subdividen en diferentes clases, de forma que se hace cada vez más complejo y se desarrolla lo que la Forma implica. “Para aquellas cosas que quisieron representar con sabiduría, los egipcios no se sirvieron de signos alfabéticos […] sino que, dibujando unas imágenes y grabándolas en los templos –siendo cada imagen el signo de un objeto- dieron a entender que, en el mundo de las Formas, no hay discursos, pues cada imagen es una ciencia, un saber, un tema, todo ello en bloque, y no reflexión ni deliberación.” (V, 8,6,3). Usando este patrón podría decirse que las Formas de Plotino son unos jeroglíficos que se dibujan así mismos.
“[En el mundo de las Formas] todas las cosas están pletóricas y, de alguna manera, bullen. […] más bien como si hubiera una determinada cualidad única que poseyera y conservara en ella todas las cualidades […]; estarían también todas las sensaciones de la audición, todas las melodías, todos los ritmos.” (VI,7,12,22). Además, en este mundo de las formas cada cosa es ella misma pero con una interpenetración total en el resto: “Todo es transparente; no hay nada que sea oscuro o resistente; todas las cosas son visibles para todas las cosas, […] cada cosa posee en ella a todas las cosas, y también ve todas las cosas en cada cosa […] y el esplendor no tiene límites.” (V,8,4,4) “Esta belleza resplandece sobre todas las cosas y llena a todos los que están ahí arriba, de manera que también ellos se convierten en seres hermosos […] Sin embargo, ahí arriba el color que cubre la superficie de todas las cosas es la Belleza, o mejor dicho, allí todo es color y belleza en profundidad.” (V,8,10,26)
Nota: Las referencias que están entre paréntesis pertenecen todas a las “Enéadas” de Plotino.
Contrariamente a los gnósticos Plotino pensaba que el mundo espiritual está en nosotros mismos. Este mundo de las Formas es el mundo sensible que después de quedar liberado de sus condiciones materiales muestra únicamente la Belleza: “Y he aquí la prueba: mientras la forma está en el exterior, todavía no la vemos. Es cuando llega al interior que ejerce una influencia sobre nosotros. Pues sólo como forma puede metérsenos a través de los ojos.” (V,8,2,9-26).
Si hay que buscar un motivo para las Formas llegaremos a que no necesitan explicación ni fin. Para sí son sus propias razones ya que están vivas: “Si analizamos en sí misma cada Forma considerada en sí misma, encontraremos en el interior de esta forma su porqué.” (VI, 7,2, 18) Ellas constituyen un reflejo: “Esta bella ordenación del Mundo pertenece al orden del Espíritu: se realiza sin reflexión racional, pero también de tal manera que, si alguien pudiera servirse con perfección de la reflexión racional, se quedaría asombrado al ver que todo ha sido dispuesto de tal manera que esta reflexión no habría podido encontrar otro modo de hacerlo.” (III, 2,14,1)
Las Formas se forman contemplándose y se contemplan al posar, con lo que son modelo y resultado en sí mismas. La naturaleza, como principio de la vida, ya es en sí la contemplación “[…] me conviene que mi naturaleza esté enamorada de la contemplación. Y aquello que en mí contempla es lo que produce lo que yo contemplo, del mismo modo que los geómetras dibujan contemplando. Pero en mi caso, no dibujo, sólo contemplo, y las líneas de los cuerpos se realizan como si salieran de mí.” (III, 8,4,1) Así, por medio de la contemplación, se alcanza de manera instantánea la visión de la Belleza del mundo de las Formas. Pero hay un momento en que: “Cuando su poder para contemplar se debilita, los hombres se dedican a producir la acción que es una sombra de la contemplación y la razón. Puesto que, a causa de la debilidad de sus almas, no les basta con la contemplación y, a causa de esto, se muestran insatisfechos; entonces, puesto que pese a todo desean ver ese objeto, se decantan por la acción con el fin de ver, por medio de los ojos, lo que ya no pueden ver por medio del espíritu.” (III, 8,4,31). La Vida resulta ser entonces la contemplación del yo, porque para unirse al Pensamiento divino el alma debe de dejar contemplar las Formas como una realidad exterior.
El mundo de las formas viene animado por una Vida única, que es un movimiento continuo que engendra las diferentes Formas. Desde cada clase (animal, planta, etc...) las formas se subdividen en diferentes clases, de forma que se hace cada vez más complejo y se desarrolla lo que la Forma implica. “Para aquellas cosas que quisieron representar con sabiduría, los egipcios no se sirvieron de signos alfabéticos […] sino que, dibujando unas imágenes y grabándolas en los templos –siendo cada imagen el signo de un objeto- dieron a entender que, en el mundo de las Formas, no hay discursos, pues cada imagen es una ciencia, un saber, un tema, todo ello en bloque, y no reflexión ni deliberación.” (V, 8,6,3). Usando este patrón podría decirse que las Formas de Plotino son unos jeroglíficos que se dibujan así mismos.
“[En el mundo de las Formas] todas las cosas están pletóricas y, de alguna manera, bullen. […] más bien como si hubiera una determinada cualidad única que poseyera y conservara en ella todas las cualidades […]; estarían también todas las sensaciones de la audición, todas las melodías, todos los ritmos.” (VI,7,12,22). Además, en este mundo de las formas cada cosa es ella misma pero con una interpenetración total en el resto: “Todo es transparente; no hay nada que sea oscuro o resistente; todas las cosas son visibles para todas las cosas, […] cada cosa posee en ella a todas las cosas, y también ve todas las cosas en cada cosa […] y el esplendor no tiene límites.” (V,8,4,4) “Esta belleza resplandece sobre todas las cosas y llena a todos los que están ahí arriba, de manera que también ellos se convierten en seres hermosos […] Sin embargo, ahí arriba el color que cubre la superficie de todas las cosas es la Belleza, o mejor dicho, allí todo es color y belleza en profundidad.” (V,8,10,26)
Nota: Las referencias que están entre paréntesis pertenecen todas a las “Enéadas” de Plotino.
Este artículo fue publicado
el 01 diciembre 2009
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