La búsqueda de distinción en el lenguaje también tiene su prolongación en la distinción de los distintos tipos de placer. En el Protágoras 337 a-c de Platón, Pródico cita: ”Porque regocijo se experimenta cuando se aprende algo y se participa de un conocimiento con intervención de la inteligencia; el placer, en cambio, cuando se come algo o se tiene alguna otra experiencia placentera con intervención del cuerpo” . Hay otro fragmento de Aristóteles en el que se vuelve a profundizar sobre los distintos tipos de placeres del cuerpo y de la mente: Aristóteles Tópicos II 6, 112b 22 “[…] como hizo Pródico, al distinguir los placeres en alegría, deleite y gozo íntimo. Todos ellos son nombres de un mismo concepto, el placer. […] Éste (Pródico) encontró la exactitud en el uso de las palabras. Por ejemplo, la diferencia entre deleite, alegría y gozo. Deleite, en su definición, es el placer que procuran los oídos; alegría, el que proviene del alma y gozo, el que procuran los ojos”. Y también tenemos una apreciación más en Estobeo IV 20,65 sobre Pródico “[…] El deseo, cuando se duplica, es amor: el amor duplicado se vuelve locura.”
En “Las horas” está representado el dilema moral de lo que es correcto hacer uniéndolo al tema de las sensaciones que provoca. Hay unas aproximaciones en el Escolio a Aristófanes , Nubes 361: “Se menciona también un libro de Pródico intitulado Horas, en el que ha representado el encuentro de Heracles con la Virtud y con el Vicio, encuentro en el que uno y otra lo invitaban a abandonar sus modos de vida, si bien Heracles se inclinó hacia la virtud […]”. Aunque lo fundamental se encuentra en Jenofonte, “Recuerdos de Sócrates II 1, 20-34”, que es donde está más extendida: Heracles, cuando entraba en la adolescencia, se alejó a un lugar solitario, donde permaneció inactivo, víctima de la duda sobre cuál de los dos caminos seguir. Le pareció entonces que venían a su encuentro dos mujeres de elevada estatura. La primera de agradable apariencia y la segunda entrada en blandas carnes. Cuando la primera le dijo: “te veo, Heracles, dubitativo sobre el camino que debes de tomar en tu vida. Si haces de mí tu amiga y me sigues, yo te conduciré por el camino más agradable y cómodo y no te verás privado de ningún placer y tu existencia no conocerá dificultad alguna. […] tú gozarás del fruto del trabajo de otros,”. Cuando Heracles le preguntó por su nombre ésta respondió “Mis amigos me llaman Felicidad; mis enemigos, en cambio, para denigrarme, me denominan Vicio”. La otra mujer también se le acercó a él y le dijo “[…] te expondré, fiel a la verdad, la realidad de las cosas, tal como los dioses las han dispuesto. De todo lo que es bueno y bello, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo y dedicación”. El Vicio recuperó la palabra y dijo “¿No ves, Heracles, cuan penoso y largo es el camino hacia la alegría, por el que esta mujer quiere conducirte? Yo, en cambio, te conduciré a la felicidad por un camino cómodo y breve. A ello replicó la virtud: Desventurada, ¿Qué bien posees tú? ¿O qué cosa placentera conoces, si no estás dispuesta a hacer nada para obtenerla?[…] Lo que para cualquier oído es lo más agradable de oír, el elogio propio, no lo oyes tu jamás. Lo que es más agradable de ver, no lo ves jamás: jamás has podido ver una bella obra salida de tus manos. […] Yo, en cambio, vivo con los dioses, vivo con los hombres de bien.”


Nota: Ambas imágenes (la primera es un detalle) son del cuadro de Annibale Carracci "La decisión de Heracles" (1656), en el que está representado el fragmento aquí citado de "Las Horas".

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