Leibniz

Teniendo como base su cristianismo y prolongándolo desde su base en San Agustín define el término teodicea como la forma de justificar a Dios. Leibniz crea el término teodicea porque existe una necesidad de confrontar a Dios y a su obra frente a la razón humana teniendo de fondo el problema del mal como un hecho a comprender para poder completar el sistema. La armonía constituye el eje y el paradigma sobre el que gira todo su pensamiento.Su base parte de la radicalización de un presupuesto metafísico que para él no necesita demostración, la correspondencia entre la realidad y la mente humana (este eje obliga necesariamente también a la premisa de que el ser es racionalizable). El culmen de la relación entre lógica y ontología es Dios: “Dios es todo orden, guarda siempre la exactitud de las proporciones y constituye la armonía universal” (Leibniz, “Escritos filosóficos”). El gran matemático que es Dios ha combinado la mayor cantidad posible de mónadas creando la armonía preestablecida del universo de forma teleológica, ya que está orientada hacia un fin, de la misma forma que la ética tiende hacia el bien común.
El principio de razón suficiente prueba la existencia de Dios desde el mundo, porque el mundo no tiene razón de existencia por sí mismo. Si además tenemos que no hay nada sin causa entonces el mal debe de tener algún tipo de significado que no sea contradictorio con la creación de Dios, con lo que el mal se posiciona como el máximo problema a resolver para seguir manteniendo un sistema basado en la armonía. El problema del mal es por lo tanto fundamental al ser entendido como disarmonía y al estar bajo la creación de Dios hay que comprenderlo desde su origen.
Dios ha creado el mejor de los mundos posibles ya que por su perfección tiene la obligación de elegir lo mejor y, por lo tanto, siempre subyace la idea del máximo arquitecto que no deja nada al azar. Postula que no es incoherente la existencia a la vez de Dios y del mal ya que este último existe al ser parte de la mejor combinación que Dios podría escoger. Digamos que las disonancias son parte de la armonía global al integrarse en ella. Como “el mal es una privación del ser, mientras que la acción de Dios se orienta hacia lo positivo” (Teodicea 29;32;33) termina por situar a Dios como ganador en la lucha contra el mal, porque al ser el mal insustancial no puede ser obstáculo a la bondad de Dios.
El terremoto de Lisboa de 1755 derrumbaría el optimismo racionalista de las teorías de Leibniz y obligaría a replantear de nuevo el problema del mal. Voltaire le replica desde el dilema de Epicuro: “si el último recurso que nos queda para disculpar a Dios es confesar que su poder no ha podido triunfar del mal físico y moral, ciertamente prefiero adorarlo como limitado antes que como malvado.”

Este artículo fue publicado el 22 agosto 2010 y está archivado en las secciones , . Puedes seguir las respuestas a esta entrada a través del comments feed .

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