El problema del mal en la historia del pensamiento: 14-Kant, el mal físico en segundo plano y la antropodicea.
Kant retoma el concepto de teodicea instaurado por Leibniz y lo desplaza al ámbito del hombre para lograr definir el problema: “Bajo el concepto de Teodicea, se entiende la defensa de la sabiduría suprema del creador del mundo contra la acusación contraria que plantea la razón, a partir de las contradicciones del mundo.” En consecuencia Kant estudia las características tradicionales de Dios, la santidad, la bondad y la justicia. Entonces se plantea el mal de tres formas diferentes:
-El mal que no es medio ni fin: Se refiere al mal moral, o lo que lo representa en cuanto a Dios, el pecado. Es obvio que éste no puede ser un medio para Dios ya que sería contrario a su característica de Santidad, con lo que no existe justificación al pecado.
-El mal condicional, que puede ser medio para un fin y que se refiere al sufrimiento o mal físico. El problema es que el resultado de esta pregunta dependerá de a quién se la hagamos, con lo que nos queda invalidada.
-El mal desproporcionado en cuanto a delito y castigo que hace no factible la justicia de Dios.
Después de estos tres planteamientos Kant consecuentemente concluye que desde la experiencia empírica no es posible lograr una teodicea. “la Teodicea no se relaciona tanto con una tarea en beneficio de la ciencia, cuanto con una afirmación de fe […] no concierne tanto a lo racional, cuanto a la valoración de la incapacidad de nuestra razón.” (“Sobre la injusticia en el mundo”)
Una vez incapacitada la teodicea para lograr una solución traslada el problema del mal al hombre y reinterpreta la teología, a modo de Hegel, desde una perspectiva que tiene como eje la filosofía. Impugna a San Agustín y a la tradición que se deriva de él al concluir que el mal no se puede encontrar en la naturaleza humana, sino en el libre albedrío. El libre albedrío no puede preceder a la ley que lo establece y entonces el problema del mal se mueve de la experiencia empírica hacia lo inteligible.
El mal físico pasa a un segundo plano (al ligar el dolor con la sensibilidad) dependiente del mal moral y Kant decide adoptar una postura estoica ante el sufrimiento alegando que los sufrimientos del individuo están justificados por el desarrollo de la especie. “El mal sólo ha podido originarse desde la moral […] Por eso, la disposición original es para el bien. Además, si esta corrupción es achacable al hombre, sólo él pudo corromperla.” (“La Religión dentro de los límites de la mera razón”). Kant desplaza así el problema del mal de Dios (Teodicea), al que libera de responsabilidades, hacia el hombre (antropodicea) y precisa el origen histórico del mal pero no da explicaciones a su existencia.
El fundamento sigue haciendo válido el “debemos hacernos hombres mejores, luego también tenemos que poder hacerlo” (“La religión dentro de los límites de la mera razón”) que viene a ser lo contrario de la necesidad de gracia que postulaba San Agustín ya que en lugar de recibir el "regalo" de Dios el hombre debe ahora de hacerse merecedor de ella.
-El mal que no es medio ni fin: Se refiere al mal moral, o lo que lo representa en cuanto a Dios, el pecado. Es obvio que éste no puede ser un medio para Dios ya que sería contrario a su característica de Santidad, con lo que no existe justificación al pecado.
-El mal condicional, que puede ser medio para un fin y que se refiere al sufrimiento o mal físico. El problema es que el resultado de esta pregunta dependerá de a quién se la hagamos, con lo que nos queda invalidada.
-El mal desproporcionado en cuanto a delito y castigo que hace no factible la justicia de Dios.
Después de estos tres planteamientos Kant consecuentemente concluye que desde la experiencia empírica no es posible lograr una teodicea. “la Teodicea no se relaciona tanto con una tarea en beneficio de la ciencia, cuanto con una afirmación de fe […] no concierne tanto a lo racional, cuanto a la valoración de la incapacidad de nuestra razón.” (“Sobre la injusticia en el mundo”)
Una vez incapacitada la teodicea para lograr una solución traslada el problema del mal al hombre y reinterpreta la teología, a modo de Hegel, desde una perspectiva que tiene como eje la filosofía. Impugna a San Agustín y a la tradición que se deriva de él al concluir que el mal no se puede encontrar en la naturaleza humana, sino en el libre albedrío. El libre albedrío no puede preceder a la ley que lo establece y entonces el problema del mal se mueve de la experiencia empírica hacia lo inteligible.
El mal físico pasa a un segundo plano (al ligar el dolor con la sensibilidad) dependiente del mal moral y Kant decide adoptar una postura estoica ante el sufrimiento alegando que los sufrimientos del individuo están justificados por el desarrollo de la especie. “El mal sólo ha podido originarse desde la moral […] Por eso, la disposición original es para el bien. Además, si esta corrupción es achacable al hombre, sólo él pudo corromperla.” (“La Religión dentro de los límites de la mera razón”). Kant desplaza así el problema del mal de Dios (Teodicea), al que libera de responsabilidades, hacia el hombre (antropodicea) y precisa el origen histórico del mal pero no da explicaciones a su existencia.
El fundamento sigue haciendo válido el “debemos hacernos hombres mejores, luego también tenemos que poder hacerlo” (“La religión dentro de los límites de la mera razón”) que viene a ser lo contrario de la necesidad de gracia que postulaba San Agustín ya que en lugar de recibir el "regalo" de Dios el hombre debe ahora de hacerse merecedor de ella.
Este artículo fue publicado
el 27 agosto 2010
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