Anaxímenes de Mileto: el aire como arjé (arché). Rarefacción y condensación.
A diferencia de Anaximandro, que se mantuvo en el monismo estricto (“todas las cosas proceden de una y se disuelven en la misma”), para Anaxímenes, lo ilimitado, una vez adquiridos los límites, dejaba de ser lo ilimitado, sino aire que podía ser más denso o más ligero, caliente o frío, sin dejar de ser la misma sustancia. Este aire (aer), que es un arché ilimitado y de él reciben su ser todas las cosas, es sin duda un precedente de la posterior distinción clave entre sustancia y cualidad. Precisamente lo innovador de Anaximadro respecto de sus predecesores es este proceso de cambio. Con la rarefacción (generadora de fuego) y la condensación (generadora de viento, nubes, agua, tierra y piedras) del aire que, además, siempre estaba en movimiento, esperaba solucionar el problema de la oscuridad de las explicaciones de Anaximandro para comprender los procesos de transición entre las cosas y mantener, al mismo tiempo, un principio monista. Mediante la condensación del aire se originan las nubes; si estas nubes llegan a condensarse se forma el agua; cuando el agua se condensa forma hielo de la tierra, y la condensación de la tierra origina la constitución de piedras y minerales. En la rarefacción el proceso discurre en el siguiente orden: piedra, tierra, agua, nubes, aire y fuego.
Sin explicar el cómo nos dice que la Tierra fue la primera parte del cosmos que se originó (Strom III, A, 6) y que fue originada por compresión del aire. Después de formada la Tierra, los cuerpos celestes se originan de ella y, a pesar de que los que son visibles son de sustancia ígnea, son todos de origen terrestre. Al no existir los tubos de niebla de Anaximadro, Anaxímenes debió de buscar otra explicación a los eclipses. Muchos especialistas modernos señalan este motivo como el origen de los cuerpos terrestres invisibles en los cielos.
Anaximandro ya había considerado que los objetos celestes realizaban rotaciones completas, pasando tanto por arriba como por debajo de la tierra suspendida. También resucitó la idea de que giran exclusivamente en derredor, y no por debajo. En lo que Anaxímenes aventajó a Anaximandro fue en que superó la doctrina de que las estrellas estaban más cerca de la Tierra de lo que lo estaba el sol. Según el testimonio de Hipólito (A 7), Anaxímenes dijo: “las estrellas no dan calor debido a su gran distancia.”
En los fenómenos meteorológicos parece haber seguido a Anaximandro. El aire, en rápido movimiento, está ya ligeramente condensado; la condensación siguiente origina las nubes, la lluvia, la nieve y el granizo. El trueno y el relámpago eran para él exactamente igual que para Anaximandro, el efecto de una nube que se partía por la fuerza del viento y, según parece, pensaba que la fosforescencia en el mar proporcionaba un cierto paralelo con el relámpago (Hipólito A7; Aecio, A 17). También habló del arco iris considerándolo como el efecto de los rayos del sol sobre el aire densamente opaco, que aparecía con distintos colores según predominase el calor del sol o la humedad de la nube (A 18).