Después de la aparición de la agricultura y de la ganadería se produjo otro hecho que resultó fundamental para la historia del ser humano, el nacimiento de la alfarería. Respecto a este apartado podrían distinguirse las sociedades como cerámicas y acerámicas. En las sociedades “cerámicas” la alfarería (por ejemplo, la construcción de una olla) llevó a adentrarse en los procesos químicos. Este fue el caso de Çatal Hüyük que, pese a pertenecer a la Anatolia neolítica que no había desarrollado la alfarería, tuvo un rápido e intenso desarrollo en la alfarería que condicionó el resto de apartados de la sociedad.
Uno de los principales rasgos de los poblados neolíticos era el papel central de la madre en la estructura social y en la religión. Teniendo en cuenta el papel del hombre y de la mujer es probable que la agricultura fuese descubrimiento de ésta y la ganadería de éste. La madre tierra como diosa fue la que marcó la relevancia hasta que aparecieron los descubrimientos del intelecto que acabarían vinculados a las sociedades patriarcales. Prueba de esto es que en Çatal siempre se enterraba a los niños con la madre, no con el padre. Es por esto que los esqueletos siempre se terminaban sepultados bajo el diván de la madre (que era el mayor). Por tanto allí se entendía que la relación fundamental de los niños era con la madre, y no como con el padre (como sucedería en las sociedades patriarcales posteriores).
La religión, vinculada a la figura de la diosa madre, entronca según cita James Mellaart (1967) con el resto de “diosas madres de los tiempos clásicos y arcaicos y las figuras indefinidas de Cibeles, Artemisa y Afrodita.”. Esto supondría un nuevo aval para las teorías que Bachofen expresó en “El Matriarcado”. Resulta también llamativo que de entre cuarenta y una esculturas excavadas treinta y una eran de diosas. El papel principal de la “diosa madre” vuelve a quedar remarcado, no sólo por este dato, sino también porque, pese a que puede aparecer sola, encinta con un varón o en otras disposiciones, jamás se ve subordinada a una divinidad masculina. Además no es sólo la patrona de los animales silvestres, también es la patrona de la caza, de la agricultura y de la vida vegetal.
En cuanto a este tema James Mellaart (1967) señala: “Lo que es particularmente digno de nota en la religión neolítica de Anatolia, y esto se aplica a Çatal Hüyük tanto como a Hacilar, es la ausencia total de sexo de todas las figurillas, estatuillas, relieves y pinturas murales. Los órganos de la reproducción nunca se muestran, las representaciones del falo o la vulva son desconocidas, y esto es tanto más notable por cuanto, en el paleolítico superior como en las culturas del neolítico y el posneolítico de fuera de Anatolia, suelen estar muy representados. Parece haber una solución muy sencilla a esta cuestión aparentemente compleja, ya que la acentuación de lo sexual en el arte va invariablemente unida al impulso y al deseo viriles.”
Aunque un hallazgo arqueológico fácilmente debe abarcarse desde varios aopartados, en este caso resulta especialmente interesante por el hecho de que, mientras que las sociedades patriarcales van ligadas a la destructividad, en las matriarcales sucede todo lo contrario. Así sucede en los poblados neolíticos de Anatolia que, al estar forjados bajo una estructura matriarcal, se consolidaron como sociedades pacíficas y, para nada, agresivas. Lógicamente el grado de destructividad era también casi nulo. Que en Çatal Hüyük no se hayan encontrado pruebas de que hubiese saqueo en los 800 años que tuvo de existencia da también prueba de ello. Incluso en ninguno de los muchos de los esqueletos desenterrados no existe ningún tipo de señal de violencia.
Bachofen recalca esta característica de ausencia de vinculación con la violencia tan típica de las sociedades matriarcales: “Los estados matriarcales eran particularmente famosos por la ausencia en ellos de querellas intestinas y conflictos… Los pueblos matriarcales- y esto no es menos característico- asignaban la culpabilidad especial al daño físico infringido a nuestros prójimos y aún a los animales… Un talante de tierna humanidad, discernible incluso en la expresión facial de la estatuaria egipcia, impregna el mundo matriarcal” (1967).
Nota: La imagen superior es una vista general de las excavaciones de Çatal Hüyük. En la imagen inferior se muestra un detalle del enterramiento de una mujer embarazada (sin cabeza) junto a su hijo no nacido.
Uno de los principales rasgos de los poblados neolíticos era el papel central de la madre en la estructura social y en la religión. Teniendo en cuenta el papel del hombre y de la mujer es probable que la agricultura fuese descubrimiento de ésta y la ganadería de éste. La madre tierra como diosa fue la que marcó la relevancia hasta que aparecieron los descubrimientos del intelecto que acabarían vinculados a las sociedades patriarcales. Prueba de esto es que en Çatal siempre se enterraba a los niños con la madre, no con el padre. Es por esto que los esqueletos siempre se terminaban sepultados bajo el diván de la madre (que era el mayor). Por tanto allí se entendía que la relación fundamental de los niños era con la madre, y no como con el padre (como sucedería en las sociedades patriarcales posteriores).
La religión, vinculada a la figura de la diosa madre, entronca según cita James Mellaart (1967) con el resto de “diosas madres de los tiempos clásicos y arcaicos y las figuras indefinidas de Cibeles, Artemisa y Afrodita.”. Esto supondría un nuevo aval para las teorías que Bachofen expresó en “El Matriarcado”. Resulta también llamativo que de entre cuarenta y una esculturas excavadas treinta y una eran de diosas. El papel principal de la “diosa madre” vuelve a quedar remarcado, no sólo por este dato, sino también porque, pese a que puede aparecer sola, encinta con un varón o en otras disposiciones, jamás se ve subordinada a una divinidad masculina. Además no es sólo la patrona de los animales silvestres, también es la patrona de la caza, de la agricultura y de la vida vegetal.
En cuanto a este tema James Mellaart (1967) señala: “Lo que es particularmente digno de nota en la religión neolítica de Anatolia, y esto se aplica a Çatal Hüyük tanto como a Hacilar, es la ausencia total de sexo de todas las figurillas, estatuillas, relieves y pinturas murales. Los órganos de la reproducción nunca se muestran, las representaciones del falo o la vulva son desconocidas, y esto es tanto más notable por cuanto, en el paleolítico superior como en las culturas del neolítico y el posneolítico de fuera de Anatolia, suelen estar muy representados. Parece haber una solución muy sencilla a esta cuestión aparentemente compleja, ya que la acentuación de lo sexual en el arte va invariablemente unida al impulso y al deseo viriles.”
Aunque un hallazgo arqueológico fácilmente debe abarcarse desde varios aopartados, en este caso resulta especialmente interesante por el hecho de que, mientras que las sociedades patriarcales van ligadas a la destructividad, en las matriarcales sucede todo lo contrario. Así sucede en los poblados neolíticos de Anatolia que, al estar forjados bajo una estructura matriarcal, se consolidaron como sociedades pacíficas y, para nada, agresivas. Lógicamente el grado de destructividad era también casi nulo. Que en Çatal Hüyük no se hayan encontrado pruebas de que hubiese saqueo en los 800 años que tuvo de existencia da también prueba de ello. Incluso en ninguno de los muchos de los esqueletos desenterrados no existe ningún tipo de señal de violencia.
Bachofen recalca esta característica de ausencia de vinculación con la violencia tan típica de las sociedades matriarcales: “Los estados matriarcales eran particularmente famosos por la ausencia en ellos de querellas intestinas y conflictos… Los pueblos matriarcales- y esto no es menos característico- asignaban la culpabilidad especial al daño físico infringido a nuestros prójimos y aún a los animales… Un talante de tierna humanidad, discernible incluso en la expresión facial de la estatuaria egipcia, impregna el mundo matriarcal” (1967).
Nota: La imagen superior es una vista general de las excavaciones de Çatal Hüyük. En la imagen inferior se muestra un detalle del enterramiento de una mujer embarazada (sin cabeza) junto a su hijo no nacido.
Este artículo fue publicado
el 27 mayo 2010
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Antropología,
Erich Fromm
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